La mina de A Toca es una excavación aurífera romana enclavada entre los pueblos de Piñeira y Vilela. Se presenta como un impresionante corte en la ladera, de gran profundidad, en el que aún se pueden ver restos de las obras romanas de explotación, por el sistema de "Ruina Montium". Monte abajo de esta mina hay una gran mole de escombros, fruto de la explotación del oro que encerraba.

Podemos acercarnos a ella tomando la carretera Seoane-Samos, cogiendo el desvío que va hacia O Poio. En el monte que se divisa al otro lado del rio, al lado de Mostaz, está la mina del Turubio, de similares características pero de estructura menos visible, que explotaba la misma veta de mineral.

Tras la conquista del noroeste de la península ibérica, los Romanos buscaron la forma de explotar el oro existente en la zona, con el fin de financiar el Imperio entre los siglos I e III d. C. La explotación minera intensiva requirió una cuidadosa planificación técnica y política para localizar y extraer el oro, y obtener así excelentes resultados.

De este modo, en Courel podemos encontrar dos tipos de yacimientos auríferos: primarios y secundarios. En los primarios, el oro aparece asociado a minerales de cuarzo que forman vetas y filones, incluidos en las cuarcitas que forman parte de estas montañas.

La Mina da Toca forma parte de este tipo de yacimientos en los que el oro era explotado mediante minas a cielo abierto. Por el contrario, en los yacimientos secundarios, tipo placer, el oro está en depósitos fluviales poco consolidados. Estos se concentran, sobre todo, en el valle del río Sil.

En ambos tipos de yacimientos, los sistemas de explotación incluían el picado a mano, la erosión superficial del yacimiento mediante canales perpendiculares a las pendientes y el derrumbamiento de materiales por la fuerza del agua o ruina montium. En el caso de la Mina da Toca, la explotación es de tipo primario, a cielo abierto.

Se aprecia con claridad, como para su aprovechamiento, se siguieron los filones de cuarzo aurífero incrustados en la roca de esquisto que forman parte de la montaña en la que se emplazan. Todos estos filones auríferos fueron intensamente explotados por los romanos en otros yacimientos próximos, como demuestran las explotaciones de Torubio, encima de las cuales se sitúa el mirador desde el que se contempla con mayor detalle la explotación de la Toca.

Desde este mirador se puede distinguir la gran hendidura, de aproximadamente 670 m de longitud, y que asciende desde la cuota de 750 metros hasta los 1.020 metros. Tanto la anchura como la profundidad de la misma varían a lo largo de este impresionante corte.

En esta mina se conservan todas las estructuras empleadas por los romanos para la explotación del oro usando la energía hidráulica: canales de distribución y explotación, depósito y corte de explotación, galería de minado y de prospección, roca abatida y preparada para molido, filones de cuarzo y arenisca aurífera, embudos y canales de drenaje.