Por la configuración de la cueva y la complejidad técnica que supone el descenso a la misma, O Taro da Cruz es casi una década después una de las cavidades preferidas de los espeleógos que se acercan a O Courel y las incursiones en la misma son muy reducidas.

En el año 2016 el grupo Troglobios entró en la caverna y el pasado domingo varios integrantes de este club repitieron la expedición para renovar todo el material fotográfico del que se dispone.

O Taro da Cruz sigue siendo aún ahora casi inexpugnable y mantiene intactos en su interior muchos atractivos. La entrada a la sima estuvo durante muchos años tapada por piedras de gran tamaño, colocadas por los propios vecinos, porque era habitual que en su interior se precipitasen los animales que pastaban o se movían por la zona. De hecho, los huesos de esos animales todavía pueden apreciarse en muchos de los rincones de la caverna.

Tras superar la entrada, la cueva tiene una primera galería de 25 metros en la que pueden observarse coladas, se trata de un fenómeno geológico que depende

El descenso al fondo de la sima hay que hacerlo en varios tramos y hay dos pasos estrechos solo aptos para personas de poca envergadura con conocimientos en espeleología. El final de la sima está en el cuarto pozo. A partir de ahí es imposible avanzar pero es en ese punto en el que la cueva esconde una de sus mayores curiosidades.

Los distintos tonos de la caliza del suelo dibujan una especie de cruz de gran belleza, que coincide con el nombre del monte en el que está la cueva.